miércoles, 14 de noviembre de 2012

Algo por lo que seguir adelante.

Hemos vivido de ilusiones, de expectativas, de folios en blanco y recetas sin escribir. De motores apagados, de pelotas sin aire, de caminos con un rumbo confuso. Y hoy estamos llorando. Llora todo un planeta, llora toda una generación. Esa que se ha dado de bruces con la realidad, una realidad que aun así enmascaramos sin darnos cuenta. Pero nuestros ojos comienzan a abrirse. A pesar de ver que nuestra cabeza sólo puede mirar hacia las baldosas, intentamos sortear el viento y levantarla hacia arriba, mirando hacia adelante. Nunca nos gustó pensar, pero tampoco nos gustó sentir que no pensábamos, y ahora sabemos sin saber, y creemos saberlo todo. Es una cuestión difícil valorar nuestra generación. Gente que ha sido tan envidiada por tener la vida más fácil que se conoce, y es muy curioso socialmente, que la imagen haya cambiado tanto en 4 años: ahora nos miran compasivamente, como si estuviéramos recubiertos por un manto de esperanza negra, que ha perdido toda su esencia, y que no la va a recobrar nunca. Ya no vale mirar atrás, y ver quién lo hizo, y por qué pasó. Tampoco vale mirar al futuro y ver un precipicio con piedras puntiagudas al fondo; hay que centrarse en ahora, en este momento. Mi opinión sobre toda esta situación es positiva. Era el momento de un cambio en todos los sistemas del ámbito humano, y así será. Es el momento de valorar las migas, de conocer definiciones que creíamos fuera de nuestra competencia, de afrontar el reto de recomponer y reestructurar una viga maestra. Pero sobre todo de saber quién y quién no. De cortar demasiados dedos índices que significaban cargos de toda clase. De dar a cada cual según su formación y experiencia, y de poner barreras veraces y con sentido, no ideológicas. Porque es más valiosa una vida humana que un billete morado. No es difícil llegar a esta conclusión, y sé que no es fácil de ejecutar, pero una entidad financiera mañana no te dará las gracias ni te devolverá el favor, una persona si lo hará. Y ahí está el secreto.