miércoles, 28 de marzo de 2012

Al son de Thalberg

Aceitadas, rebojos, dos y pingada, morado, incienso, manto, lluvia, capa, clavos, dolor, lágrimas, recogimiento, pasión, esperanza, esquila, noche, muerte, jerusalem, amistad, pipas, marcha, thalberg, soledad, silencio, orgullo, vara, madre, túnica, sayón, crueldad, fervor... Zamora.
Porque puedo pasarme toda la vida escribiendo palabras que me lleven en mente a la semana santa, puedo escribir una enciclopedia de lo que siento; puedo enamorar a cualquier extraterrestre de nuestra tierra con mis convencimientos, y debería tener 3 vidas para expresar lo que significa para mi.
Solo hay una semana al año en la que se olvida todo, en la que lo malo se esfuma, se desvanece como la lluvia sobre la acera, y eso es algo que comparten otras 65.000 personas, algo que hace que ensanchezca nuestro corazón, algo que nos hace ser mejor personas, algo por lo que luchar cada día, por lo que decir nuestro nombre bien alto.
Porque el Nazareno de San Frontis lleva escrita la palabra orgullo en la punta de su cruz, y porque refleja en su cara el agradecimiento de un pueblo tan humilde que no conoce otra fe, otra manera de hacer y vivir, otra manera de ser.
Porque solo un zamorano se levanta un día y se pone en el móvil "mater mea", ya sea un 4 de Abril, o un 14 de Julio. Y solo él lo baila al compás, mientras en la cabeza recuerda "La flagelación" bailando como si no hubiera mañana.
Y al final esa es la fiesta, la celebración de nuestra ciudad. Desde que el jueves de dolores el nazareno cruza el puente de piedra para saludar hasta el martes a su pueblo, hasta el domingo de resurrección en que la imagen de Ramón Álvarez nos pregona la vida por las calles de la ciudad.
Son solo 10 días. 10 días de fervor y de reencuentros. De pasión y lucha. De sentimientos encontrados.
Y es que parece que todos los años escribo lo mismo, pero sin embargo cada año lo hago con más ilusión. Porque es nuestro, un secreto nacido del pueblo que se debe mimar como un bebé recién nacido.
Un rostro, una mano, una cruz, una lágrima, un sonido, un silencio.
Y si algo nos caracteriza por encima de todo es el silencio. Ese silencio que invade cada noche Zamora; ese silencio que guarda un grito de dolor y amor. Ese silencio castellano que solo se rompe por una carraca, por un tambor destemplado, por un canto amargo y decoroso, por un compás que guía nuestro camino.
Y así somos y vivimos, humildemente, enterrados en el amparo de la soledad, esperando que un día lejano de marzo, un, también humilde barandales, nos lleve a la luz del final, al frío de la noche, al cobijo de la angustia, al son de Thalberg.

4 comentarios:

verdecasiazul dijo...

Y es que mi Manuelito habla con pura pasión =)

Ana Gonzalo dijo...

Me ha encantado, Manu! un besote!!!

verdecasiazul dijo...

Thalberg sonó dentro de San Juan...ha sido una Semana Santa triste...

M@r@ dijo...

Ha sido una Semana Santa muy rara,las cuatro mejores cofradías no han salido,es verdad que queda un sabor agridulce porque la lluvia lo ha empapado todo,pero el ambiente de este año también era raro porque las Cofradías intenta amargar ese olor a incienso de la Semana Santa con cuotas,bandas y sinverguenzas que no deberían más que marcharse de una semana que sólo queremos y atendemos los Zamoranos y dejar de ensuciarla con dinero y orgullo malo.
Espero,como siempre vivir esta Semana Santa aún mejor a tu lado el año que viene....
Salud!